Cuenta la leyenda que allá por el año 1936, vivía un hombre que se llamaba Martín, en un cortijo que estaba en las afueras de Villanueva Mesía, junto al rio Genil y al Cerro Colorao. Martín era el guarda del agua que iba por el canal que arrancaba desde La Presa, vigilando que nadie la utilizara sin permiso. Por esta razón, todo el mundo conocía a este cortijo como el Cortijo del Guarda.

     Martín era un hombre fuerte y trabajador, muy preocupado de cumplir con su deber. Martín no vivía solo, sino que estaba acompañado por su mujer y su joven hija de muy buen ver. La mujer de Martín era muy buena madre, estando siempre dispuesta a ayudar a su hija y pendiente de hacer todas las tareas del cortijo. 

     De vez en cuando, madre e hija bajaban hasta el pueblo para comprar los mandados y todo aquello que necesitaban. Uno de esos días, la joven muchacha conoció a un apuesto maleno, quedando ambos muy enamorados y haciéndose novios.

     Días más tarde, el muchacho se encaminó hasta el cortijo del Guarda, para hablar con Martín y presentarse formalmente pidiéndole permiso para cortejar a su hija. Como el muchacho era de familia pobre, no fue bien recibido por Martín, rechazándolo y echándolo del cortijo. También lo amenazó de muerte si volvía otra vez al cortijo o lo veía con su hija.

     La hija se sintió muy triste por la incomprensión de su padre y lloraba con frecuencia. La madre le ayudaba cuanto podía para que escapara y de esa forma poder ver al muchacho a escondidas. Cada vez que se reunían, el muchacho le daba algún regalo que ella guardaba en un cofre que ocultaba en la habitación más alta del cortijo. 

     Un día Martín descubrió que andaba a escondidas con su amante. Martín se puso furioso y encerró a su hija en la torre. Por este motivo, la madre iba sola a comprar al pueblo, contándole lo sucedido al muchacho, que empezó a ir de noche para encontrarse con la chica que recibía la ayuda de la madre. 

     En una noche de 11 de junio, Martín los descubrió juntos, motivo por el cual perdió la cabeza y mató a la madre y a la hija, salvándose el muchacho que huyó corriendo y se alistó en el ejército y lo mandaron a la guerra, muriendo allí. Él fue al cielo, mientras que los espíritus de la mujer y la hija seguían vagando por los alrededores del cortijo, buscando ayuda para poder reunirse con él.

     Cuando Martín se dió cuenta de lo que hizo, acabó loco y perdiéndose por el bosque que hay junto a la Peña de la Miel.

     Todas las noches del 11 de junio, los espíritus de las mujeres buscan ayuda, llevando los regalos para dárselos a la gente y de esa forma hacer un hechizo que les permita ir al cielo y descansar en paz, mientras que Martín intenta quitárselos. Cuando la gente tiene los regalos, Martín se aparece para intentar arrebatárselos, algo que se puede impedir si los presentes se ponen en cuclillas, con las manos en la cabeza, los ojos cerrados y gritando repetidamente, hasta que desaparezca: ¡Martín, creo en tí!

     Si se consiguen todos los regalos, un niño y una niña solos, tienen que llevarlos a la torre del cortijo, para meterlos en el cofre que contiene un pergamino con el hechizo. Primero deben leerlo para que se cumpla y después quemarlo, consiguiendo así que los espíritus vayan hasta el cielo. En agradecimiento, aquellas personas que consiguieron los regalos, pueden escribir un deseo y al quemarlo también se les cumple.